La Historia del Cristo

El origen del Cristo entraña muchas dudas y durante bastante tiempo se vinculaba a los hechos sucedidos en Vigo en 1809, cuando la ciudad se libera de las invasiones napoleónicas. Sin embargo, un documento del año 1740 demuestra que por aquel entonces, el Cristo, ya existía. Es Don Ángel Ilarri Gimeno, quién encuentra traspapelada entre las actas municipales una  carta de Dña. Bernarda Bello de los Ríos quien solicita al Ayuntamiento permiso para recolocar una tarima que había sido retirada cuando se enlosó el templo. En aquella carta, se hace referencia a una columna frente a la que se haya situado el “Santíssimo Christo de la buena Victoria…”.

Precisamente es a partir de aquí cuando se suceden las referencias al Cristo. En algunas ocasiones, como “Cristo de la Buena Victoria”, otras veces como “Christo de la Victoria” y otras como “Buen Jesús de la Victoria”.

¿Por qué el calificativo “de la Victoria”? Originariamente significa  Cristo muerto pero con la esperanza de resurrección, de ahí lo de “de la Victoria”, es decir, la victoria sobre la muerte y el pecado. Así lo expresan los paneles del fondo de la iglesia, que son una lección de teología. Sin embrago, hay quien data su origen en el año 1809: Cuando los franceses ocuparon la ciudad -que posteriormente fue reconquistada por las tropas y paisanaje de la zona-  el pueblo atribuyó la victoria a su venerado Cristo,  mérito por el que fue nombrado patrón de la ciudad.

Otra hipótesis la propone el cronista  Lalo Vázquez Gil, quién plantea la posibilidad de que este calificativo derive de los triunfos borbónicos durante las Guerras de Sucesión por el trono español de Carlos II.

Son, en todo caso, hipótesis sin ninguna prueba documental.

¿Dónde se encuentra la figura del Cristo?

Inicialmente, estuvo colocada en una pequeña capilla a la derecha de la puerta principal de la Iglesia de la Colegiata. Tras la Reconquista y coincidiendo con el aumento del número de fieles, se recolocó la figura aprovechando la edificación de un nuevo templo parroquial en un nuevo altar colocado en la cabecera de la nave lateral del Evangelio, en el lugar que hoy ocupa el altar de la Sagrada Familia. Con el paso de los años, crecía el número de devotos que entraban en el templo a implorar a su Cristo protector olvidándose de rezar al Santísimo Sacramento que presidía el Altar Mayor, por lo que se procedió a su ubicación en este altar barroco dejando en un segundo plano a la patrona de la ciudad, la Virgen de la Asunción.

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